Nadie podía presagiar que la historia de las hermanas Paca y Eugenia marcaría los libros de historia. O tal vez sí. Se cuenta que una vieja gitana le dijo una vez a Eugenia, cuando ésta pequeña: “Tú subirás muy alto y vivirás cien años, pero morirás en la noche”. Eugenia vivió 94 años y se convirtió en la emperatriz de los franceses.
Las hermanas nacieron en el seno de una familia antigua, que vivía con estrecheces. Hijas del conde de Teba (futuro conde de Montijo) y de doña Manuela Kirpatrick, de linaje irlandés; recibieron una educación libre y recorrieron Europa en compañía de su madre.
Ambas eran muy cómplices y se tenían un profundo cariño. Su madre, soñaba con casarlas y, cuando Eugenia, la primogénita, recibió la petición de mano del Duque de Alba, ésta la rechazó en favor de su hermana pequeña, asegurándole así una de las posiciones más elevadas de la España de la época. Y es que Paca, además, estaba profundamente enamorada del duque.
Tras la boda, Eugenia y su madre, continuaron su viaje por Europa. Durante un baile en el palacio del Eliseo, en París, Eugenia impresiona al príncipe Carlos Luis Napoleón Bonaparte, presidente entonces de la República francesa. Él se enamora de ella, pero hasta que ésta no recibe una propuesta formal, no accede a casarse con él.
La boda se celebró civilmente el 29 de enero y, Eugenia de Montijo se convirtió en emperatriz el 30 de enero de 1853. Esta unión fue muy recibida por los franceses. El matrimonio se celebró en Notre-Dame, pero Paca, la duquesa de Alba, no pudo acudir al enlace porque estaba gravemente enferma. Siete años después, cuando la emperatriz salía de un baile, le informaron de la muerte de su hermana. Este fue un duro golpe para ella que le marcó de por vida. Dejando de acudir a más bailes y rodeándose de objetos y retratos que le recordaran a su hermana.
Después de la caída del régimen en 1870, la familia se exilió en Inglaterra. Fue entonces cuando se sucedieron dos acontecimientos, que terminaron por retirar a la soberana de su vida pública. En 1873 la muerte del emperador y 6 años después la trágica muerte de su único hijo, Luis Eugenio Napoleón, que murió a manos de los zulúes.
Finalmente, en 1920, anciana y enferma, Eugenia regresa a Madrid y se instala en la residencia de su sobrino nieto el duque de Alba, en el Palacio de Liria, donde acaba muriendo en el mismo lecho que su hermana, 60 años antes.