Lavinia Fontana, la mujer artista

Lavinia Fontana fue una de las mujeres más notables de la historia del arte. Rompió con los estereotipos de la época, demostrando que una mujer tenía las mismas capacidades artísticas y creativas que un hombre.

Hija del prestigioso pintor, Prospero Fontana, el papel paterno fue fundamental en su desarrollo. Lavinia fue la primera mujer en abrir su propio taller y ser reconocida como profesional del arte.

La artista nació en Bolonia en 1552, en un momento en el que la cuidad se encontraba en plena efervescencia cultural. Su padre respaldó su carrera artística, lo que le permitió rodearse de otros artistas, adquiriendo gran relevancia en Bolonia e Italia. Allí desarrolló gran parte de su actividad, que cuenta con muchos retratos y pintura religiosa. Actualmente se conservan 32 obras, de las 135 que se tienen contabilizadas.

Primera mujer reconocida como profesional del arte.

Fue la retratista preferida de las damas, a las que representaba de forma muy natural, pero con indumentaria opulenta y numerosas joyas. También desarrolló una importante producción religiosa y trabajó como pintora oficial de la corte del papa Clemente VIII.

Destacamos sus composiciones mitológicas. Lavinia fue la primera artista en dibujarlas y en adentrase en la representación del desnudo, algo hasta entonces prohibido a las mujeres. Unos desnudos muy sensuales y eróticos que dan muestra de su gran capacidad artística.

El uso de colores fuertes fue una de sus señas de identidad.

Por supuesto, toda esta actividad artística, no hubiera sido posible sin la inestimable ayuda de su esposo. Juntos tuvieron 11 hijos y él se hizo cargo de su cuidado. También le ayudó en el día a día del taller. Toda una muestra de conciliación, nada típica en aquella época.

La Obra “Venus y Marte”, realizada en 1595, representa uno de los momentos de mayor esplendor artístico de la artista. La pintura muestra una escena mitológica donde podemos observar a Venus desnuda de espaldas y a Marte acariciándole delicadamente la nalga, después de haberse desprendido de sus armas, exceptuando el casco. En el fondo aparece cupido dormido, empuñando su arco.  

La pintura llegó al Palacio de Liria, de la mano del Duque Carlos Miguel, que se hizo con ella en su viaje a Nápoles en 1816.